“Soy optimista porque mientras haya participación política habrá esperanzas de transformación”


Entrevista con Juan Falú

Alfredo Juan Falú es guitarrista. Nació en Tucumán allá por 1948. En su juventud fue militante del Peronismo de Base y participó de las Fuerzas Armadas Peronistas. Toca la guitarra con la misma naturalidad con que asume su compromiso social. Hoy es uno de los músicos fundamentales de nuestra música popular.

>por Federico "Poni" Rossi

FR: -Has pisado muchos escenarios de festivales dentro y fuera del país ¿Qué es lo que esperás que suceda entre el público y vos?

JF: -Lo que me interesa que suceda en un festival es que la música llegue, que llegue un instrumento sencillo con un sonido opuesto al concepto de la banda, de los altos volúmenes, que llegue el canto, la poesía de esos temas. Se nota cuando un público está compenetrado y sabe muy bien lo que está escuchando. Eso pasa, por ejemplo, en el Festival del Bosque, en La Plata, donde se ve una rotación de propuestas y hay para todos los gustos. Eso está muy bueno y uno siente que tiene cabida cuando por ahí el estándar de la programación artística de un festival generalmente deja afuera algunas propuestas, las que son más elaboradas o intimistas.

FR: -¿Cómo es el público del exterior a la hora de recepcionar nuestra música?

JF: -Los públicos son igual de respetuosos en todos lados, y de sensibles, lo que pasa es que yo hago música de mi tierra, entonces, obviamente, acá hay otra vibración con esa música. Mas allá de lo musical pasan otras cosas, son mensajes de la tierra de uno y de nuestras pertenencias, pero igual la guitarra en mi caso ha sido siempre muy respetada, muy bien escuchada, y la música argentina también, mas allá del tango, que es lo que mas se conoce, pero cuando uno toca folklore argentino y géneros musicales muy profundos como las vidalas son muy bien recibidos en cualquier lugar del mundo.

FR: -Hace 15 meses murió Eduardo Falú ¿qué significó musicalmente él, para la música en general, y particularmente para vos?

JF: -Muchisimo. Para el país, para la historia de la música argentina, para la canción, para otra mirada de la guitarra, para otra mirada del folklore en un sentido musical muy refinado, muy profundo al mismo tiempo. Para mí en particular significa mucho. Lo recuerdo a diario. Siempre que estoy tocando la guitarra recuerdo algún tema de él.

FR: -¿Cuáles son tus otras influencias?

JF: -Y, no se, yo no tuve mucha organización en mi aprendizaje, así que son mezcladas. Son influencias a veces impensadas, por ahí un encuentro con alguien me influye porque tuvo un tratamiento armónico que yo no conocía de algo, o sino relaciones mas duraderas como Jorge Cardozo y Ricardo Moyano, que son grandes músicos, compañeros de la noche tucumana que tocaban la guitarra como el ‘Negro’ Sarassa, y desde que hago Guitarras del Mundo he conocido tantos guitarristas. No puedo decir que me han influenciado todos pero siempre hay alguno que me llega particularmente. Me provoca placer, por ejemplo, tocar con Rudy Flores, y tengo que mencionar a mi viejo, que fue quien me enseñó a dar los primeros pasos.

FR: -¿Cómo lo recordás a tu viejo?

JF: -Bien. Lo he llorado mucho pero lo recuerdo bien. Y lo recuerdo mucho desde la guitarra. Yo cada vez que toco un valsecito criollo, un tango, me acuerdo de mi viejo. Creo que mi apego a los valses tiene que ver con él.
Él hacía “Temblando”, “La pulpera de Santa Lucía”, todos valses preciosos. Él me enseñó a tocar a los seis, siete años de edad.

FR: -Cuando actuás junto a Liliana Herrero logran una síntesis muy rica, una conexión muy importante ¿a qué se debe?

JF: -Hay una conexión musical que además tiene como soporte una identidad generacional y experiencias parecidas que son las que le tocaron a nuestra generación, de nuestro modo de incursionar en la política, en la ideología, nuestro modo de sobrevivir a los periodos mas oscuros, y eso genera un vínculo muy fuerte, una especie de lazo histórico que nos obliga así a una relación de una nobleza sin dobleces. Entonces mas allá de lo artístico está eso que de alguna manera tiene que influir, supongo yo, en el modo de concebir el arte. Es un encuentro de mucha energía y mucha fuerza.

FR: -¿Cómo ves la actualidad de la música popular, especialmente de los jóvenes artistas que te toman a vos, entre otros, como referentes?

JF: -Hay muchos jóvenes en esa búsqueda, en ese camino, y lo transitan con mucha madurez, con muchísimo talento, y creo que se está generando en lo musical y desde el lenguaje folklórico un discurso increíble de musicalidad a cargo de chicos que andan entre los 25 y 35 años, en esa franja, es impresionante lo que está ocurriendo. Eso va a salir a la luz, no como una explosión, sino por una influencia gradual que se va produciendo porque trabajan, componen y tocan mucho, y tienen sus seguidores. Hay un público para eso, así que yo creo que se están echando las bases, tomando como referencia a otras generaciones, están echando las bases de una música muy profunda, muy bella.

FR: -¿Se puede comparar con tu etapa de juventud, cuando vos tenías entre 25 y 35 años?

JF: -No puedo compararlo mucho porque yo tuve una experiencia truncada. Cuando empecé de adolescente a tocar en escenarios había muchos espacios en mi provincia para tocar, pero después tuve que interrumpir todo, un poco por la militancia, por el exilio. Recién a mi regreso, en el ’84, es que yo puedo medir como fue para mí la experiencia. Y fue buena porque ya venía con bagaje musical, y algo para mostrar, y fue bien recibido, y a mí no me costó. Tuve unos años duros, que había que apechugar bastante, pero se fue ensanchando ese camino. De antes no puedo opinar porque la verdad medio como que me salí del circuito y supongo que nunca es fácil de todos modos. Para el que quiera hacer música popular con cierta profundidad y con un cuidado musical y poético no es fácil el camino. No es fácil. Pero hay público para eso y eso es bueno.

FR: -¿Dónde militabas?

JF: -En el Peronismo de Base.

FR: -En los 70 te tuviste que ir al exilio, ¿cómo fueron tus comienzos en dicha experiencia?

JF: -Se dieron naturalmente, si se considera el momento histórico nacional e internacional. Las perspectivas de transformación social revolucionaria eran reales, sostenidas por grandes ejemplos en el mundo, sean de procesos revolucionarios instalados (Cuba, China, sobre todo), sea de posiciones ideológicas de gran predicamento, sea por planteos estratégicos revolucionarios (los modelos reformistas, insurreccionales, foquistas o de guerras prolongadas que se planteaban como posibles)
Las banderas de transformación, del socialismo como meta, de liberación nacional y popular, estaban sostenidas en realidades y no en quimeras. Entonces, era cuestión de estar o no estar. Muchos estuvimos, de nuestra generación. Era natural.

FR: -¿Cómo fue tu militancia en el PB hasta tu exilio?

JF: -En Tucumán existió un núcleo de militancia universitaria previo al surgimiento del Peronismo de Base. Era el Integralismo, que concentraba a los militantes dispuestos a asumir el peronismo como una experiencia obrera que no se podía soslayar, para crecer desde la misma hacia posiciones de clase más radicales y definidamente socialistas.
En función de esa perspectiva, decidimos asumir y sumarnos a la construcción del Peronismo de Base en Tucumán, identificado con el que ya venía creciendo en otras provincias, particularmente en Córdoba.
Nuestra premisa era que aquel núcleo universitario no debía aspirar a convertirse en vanguardia de los trabajadores peronistas que se sumen al PB. Ya veníamos desarrollando una fuerte crítica al vanguardismo de clase media que no podía liderar un proceso popular puesto que le costaba asumir la experiencia política y de lucha de los trabajadores, que pasaba en gran medida por el peronismo.
Nos pusimos, pues, al servicio de una construcción desde las bases, particularmente con trabajadores azucareros y ferroviarios. En un contexto más general, estábamos identificados con la CGT de los Argentinos y con los programas previos de las 62 de Pié y de los Congresos del peronismo revolucionario de Huerta Grande y La Falda, donde aparece claramente la opción de ese sector por el socialismo.

FR: -¿Cómo era la relación entre el músico y el militante?

JF: -No me la planteaba como una cuestión a resolver, pues simplemente dejábamos de lado casi todas nuestras actividades, que eran consideradas secundarias en relación a los compromisos derivados de la militancia. Por supuesto, siempre toqué y lo hice en muchas reuniones con compañeros, como un elemento esencial de mi vida, pero no hice política desde la música. Tocaba la guitarra con la misma naturalidad con que habíamos asumido aquella militancia. No eran preguntas que necesité hacerme.

FR: -¿Qué reflexión te hace hacer aquella experiencia hoy, casi 40 años luego?

JF: -Que debemos asumirla como una decisión individual y colectiva muy valiosa, pero sin pretender por ello autoerigirse en héroes de un momento histórico. Los verdaderos héroes están muertos o sufrieron las peores situaciones de cárcel, torturas, exilios y grandes dolores derivados de situaciones realmente difíciles de sobrellevar. Fuimos soñadores y luchadores, con diferentes grados de compromiso, inmersos en una fenomenal oleada de luchas e ideas en pos de sociedades justas y pueblos libres.
Mi única preocupación es mantener la conciencia atenta y las banderas intactas para aportar cada cual desde sus posibilidades a las nuevas perspectivas de transformación que nos depare la historia.
Creo que, comparado con la militancia de hoy, teníamos una mayor definición ideológica. Para nosotros, la política era una consecuencia de la ideología. Ahora parece que es al revés. Pero soy optimista porque mientras haya participación política habrá esperanzas de transformación.




# Publicada en la revista Mascaró de diciembre de 2014

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