“Nunca voy a aceptar la idea de que la música es un adorno”


Entrevista con Liliana Herrero

Liliana Herrero es una de las intérpretes más significativas de nuestra música popular. Su voz desgarrada y profunda, la elección de su repertorio y la postura que toma frente a la canción como creación artística hicieron que Mercedes Sosa la consagre como su sucesora. Caminante de escenarios a lo largo y ancho del país, lanza un debate profundo sobre las políticas culturales desde el propio plató de Cosquín hasta en una entrevista como ésta.

> por Federico "Poni" Rossi

Ni siquiera nos habíamos terminado de acomodar en su casa del tanguero barrio de Boedo, y Liliana se anticipa a la que (para no faltar a los manuales del reportaje periodístico y no incomodar al entrevistado de arranque) no iba a ser nuestra primera pregunta: “seguro me van a preguntar por lo de Cosquín”, dice en relación a las disconformidades planteadas por la cantante y Juan Falú en pleno festival de Folklore, cuando realizaban un homenaje a Eduardo Falú en plena madrugada, con un sonido deplorable y un trato desconsiderado por parte de la organización.
Sin dar tiempo a la primera pregunta Liliana se anticipa: “seguro me van a preguntar por lo de Cosquín”, dice en relación a las disconformidades planteadas por la cantante y Juan Falú en pleno festival de Folklore, cuando realizaban un homenaje a Eduardo Falú, con un sonido deplorable y un trato desconsiderado por parte de la organización: 

LH: -Lo que pasó en Cosquín abre un debate interesante, más allá del festival, sobre un diseño de políticas culturales. Eso me parece que es posible de pensar. Por eso el escrito que yo hice en Página/12 que se llama “Girar el plato”, trasciende el festival. Yo me recosté ahí por muchos motivos para hacer la crítica que no la veo solo en mí. Porque recién había pasado eso y porque Cosquín, de los festivales del verano que tienen más o menos el mismo corte todos en términos de la idea de la música y los sonidos, es el que porta una historia muy importante. Por eso me parecía que Cosquín debía poder pensarse por la historia. Hoy está demasiado entregado a las formas más puras del clientelismo político y económico, entonces ahí la gran ausente es la música. Así que bueno, lo de Cosquín es un disparador simplemente para pensar en políticas culturales, para pensar cómo pensamos la memoria musical y poética de este país, qué significa pensar esas cosas, que no son un adorno, sino que son el núcleo mismo del debate sobre identidad y sobre lo que somos como país. Yo nunca voy a aceptar la idea de que la música, la memoria musical argentina, en el género que sea, es un adorno. Muchas planificaciones de espectáculos se hacen sobre la idea de una lógica, y de jerarquías mediáticas, que decimos combatir, entonces debemos tener mucho cuidado con eso porque la cultura y la música, y el arte en general, son a largo plazo. Son estratégicas. Entonces ese cambio es necesario. Empezar a abrir un debate y una grieta. Digamos que a mí me parece fundamental lo de pensar la música misma, el concepto de festival, la alianza entre el mercado y los medios, la lógica que ampara esa alianza, y el concepto de sonido que se busca encontrar. La rapidez, la comprensión fácil de las cosas, la captura de un público que esconde en un concepto de multitud de personas absolutamente cautivas de lo que les hacen oír. Entonces eso es muy grave para un país. 

FR: -¿Cuánto hay, en esto del largo plazo, de cierta disputa con la lógica del rating, no solo en términos de lo televisivo, sino del concepto de lo que supuestamente más atrae o que puede generar más atención? 

LH: -Es que lo que más atrae nunca es previo. Es una construcción. Si es previo es un problema. Quiere decir que el horizonte auditivo ya está trazado, con una lógica en la que yo no estoy de acuerdo, entonces me parece que nunca es previo lo que más atrae. Qué se yo que es lo que más atrae. Qué se yo si no hay formas novedosas de sonoridades y de memorias que son absolutamente atractivas y que están retiradas de lo que se le ofrece a las personas y entonces no pueden pensar en eso. No creo que sean a priori, no creo que sean algo previo digamos. Si es previo es para discutirlo. 

FR: -No atrae en el sentido de la obra en sí, sino atrae en términos de que ya funciona y está todo armado para que eso sea lo que se conoce. Ahora, uno puede extrapolarlo a todas las demás cosas en términos de cultura ¿Cómo se combate contra eso? ¿Cómo podríamos pensar eso en términos de ‘políticas culturales’? 

LH: -Sí. Yo lo que he intentado pensar es que más que concentrar hay que diseminar, hay que expandir. Y por muchos motivos. Primero porque en todo el país hay músicas y poesías preciosas que sería maravilloso poder escucharlas y me parece que hay que realizar simultáneamente pequeños encuentros musicales en todo el país y ver como se funciona con gente que no se conoce ni siquiera entre sí y que pueda armar algo ahí haciendo la experiencia de la conversación musical. Eso para mí sería democratizar enormemente el mundo musical. Sino estamos apresados por una estrategia que es la de la figura convocante, las figuras secundarias de esa figura convocante, con lo cual eso trae privilegios con razón al actuar, quién va a probar sonido y quién no, cuándo va a tocar, las grillas como se arman, la disposición de los músicos que van a actuar. Esa lógica trae muchas consecuencias culturales aparejadas, y es muy peligrosa porque consuma cada vez más algo previo a lo que estamos acostumbrados a escuchar. Eso es. Entonces yo pienso: ¡pero caramba! Pareciera ser que las multitudes argentinas no han tenido una historia de transformación, y de creatividad, y deducción. A veces son horribles las multitudes argentinas, y tenemos ejemplos históricos de eso, pero a veces en la historia también tenemos ejemplos de actos espontáneos absolutamente transformadores. Entonces yo prefiero recostarme en esa tradición, que existe, así como en la música prefiero recostarme en músicos que señalaron un camino absolutamente novedoso e inesperado para la música argentina. Hay miles. 

FR: -Cosquín incluso fue, en su momento, cuna de artistas como a los que hacés referencia. 

LH: -Por supuesto. Fue cobijo de esos músicos, con excepciones, porque hubo grandes músicos que nunca estuvieron allí. Además ese escenario no lleva cualquier nombre. Lleva el nombre “Atahualpa Yupanqui”. Él mismo estuvo ahí muchas veces, así como también Eduardo Falú con una guitarra desenchufada, porque no existía el enchufe, pero tampoco es problema de la guitarra desenchufada o no, porque yo uso la guitarra enchufada y uso la batería, o sea, no se trata de una crítica a las guitarras eléctricas o enchufadas. No se trata de eso porque si no sería también un tradicionalismo con el que yo no concuerdo. Ya ves, el tema es muy complejo. En esa tensión entre volver a un pasado que no se puede reponer, o que se repone de otro modo, con un mundo altamente tecnificado como este y una condescendencia extraordinaria a la estandarización de lo oído provocado por los medios y el mercado, y las novedades artísticas que todo pueblo tiene, y las vanguardias, generan una tensión en la que tiene que haber un pensamiento sobre la patria. Ese es un debate necesario pues solo de ahí será posible pensar estos grandes puntos que son pensamientos políticos además de artísticos y culturales. Si no lo hacemos estamos perdiendo una oportunidad enorme. 

FR: -¿Qué papel juega la juventud en eso? 

LH: -Ahí hay un manantial, como decía Leda (Valladares), “un yacimiento” decía Leda en realidad. Una enorme cantidad de piedras preciosas. Falta escucharlas nada más. Yo las escucho porque me las mandan, voy a las peñas, conozco a la gente que anda haciendo música en el país. Pero que yo las escuche no es nada para los poderes reales que existen. Para eso me parece que basta con dar una vueltita nada más para ver lo que hay, que es muchísimo. Chicos que están agarrando un instrumento, que son jovencísimos y están buscando a su vez dentro de la historia de la música. Aunque no sé si es un patrimonio de la juventud. A mí me cuesta un poco agarrar esos conceptos generales. 
Algunos escuchan con mucha atención, buscan, inventan, conocen el pasado. Otros están muy cautivos. Pero no me parece un patrimonio de la juventud. Yo prefiero recostarme en el concepto de multitud, que es muy complejo y muy prefabricado ya por los paradigmas y los cánones de los medios, de los cuales la política también copia. Eso es peligroso. A mí no me importa si tienen 60, 70 o 15 años. Prefiero pensar más ampliamente. El chico joven tampoco es el que entra a la plaza Próspero Molina. Más bien es el que va a las peñas, porque tampoco es barata la entrada, por otra parte. Me parece que hay cuerda para rato en este país en ese sentido. Hay gente que está buscando, que está inventando, que está creando, que está recostado en una tradición que la conoce, escuchan la música, que saben dónde buscar, salir de los cánones más estereotipados de la audición. Yo apuesto a eso. 

FR: -Hablaste de los poderes concentrados en la industria, ¿dónde está ese poder concentrado hoy, en un tiempo donde la ventas de discos no es central? ¿Cuál es el peso de un festival en ese sentido? 

LH: -Son muchos factores. Están diseminados los poderes. No se si están tan concentrados digamos, son más bien micropoderes. Son sistemas de lealtades, son prebendas económicas, son compromisos sindicales, políticos, algún pensamiento sobre la tradición y la memoria de algo más interesante. Todo eso convive de un modo muy complejo. Hay muchos intereses económicos. Los festivales tienen una exigencia fuerte que es que de un rédito económico, entonces se planifica según eso. Hay que ver qué papel juega el Estado en relación a esos festivales que son particulares. Cosquín está organizado por un comisión municipal, entonces ¿cuál es acá el papel del Estado nacional, de Cultura de Nación? ¿Qué debe hacer? ¿si debe y cómo debe contribuir? 
En todo esto siempre la gran ausente es la música. 

FR: -Con respecto a tu último disco: “Maldigo” ¿Vas a estar presentándolo durante este año? 

LH: -Sí. El año pasado fue un año duro para mí, y en medio de eso hice el disco “Maldigo”. Solo pude hacer siete conciertos que fueron muy hermosos de presentación del disco pero escaso para el valor que para mí tiene tocar en vivo. Por eso mi plan de este año es salir a tocarlo y mucho para un poco continuar lo que habíamos empezado el año pasado. 

FR: -¿Cómo fue trabajar con Aristimuño en la coproducción de este material? 

LH: -Fue interesante. Yo sabía que iba a resultar. En general yo no he hecho nunca un disco completamente sola. Siempre ha habido un coproductor. Sea Fito (Páez), en los primeros discos, Diego Rolón –un gran músico argentino–, Ernesto Snajer, que participó de coproductor en muchos discos, y este esta vez lo llamé a Lisandro. 

FR: -¿Cómo surge el nombre del disco? 

LH: -Yo siempre aclaro que “Maldigo” no es maldecir. No estoy maldiciendo. Es más bien una expresión de Violeta Parra: Maldigo en el alto cielo, dice ella. Era simplemente señalar que yo hice un disco en estudio pero en vivo, tocando todos en el momento, armándolo y ensayándolo previamente pero después en el estudio todo fue para adelante. No hubo un solo tema que yo cantara después de que se grabara la base. Eso supone una forma de grabar. Mi decisión de cantar ya no bajo los cánones del belle canto, de lo que es correcto, sino más bien guiada por mis impulsos, por mi intuición y por lo que íbamos conversando ahí mismo en el acto de cantar. En el acto de grabar yo le puse “Maldigo” 
Santiago Giordano dijo sobre ‘Maldigo’ que, tal vez, “este sea el disco más folklórico que haya grabado”, cosa que me hizo pensar, “porque yo no sé si originalmente los pueblos no cantaron así, metiendo el grito en el cielo, y no fue siempre el canto popular anónimo, colectivo maldecir”. No en el sentido de injuriar a alguien, sino en el sentido de retirarse de las formas más establecidas del canto. Es en ese sentido que yo puse “Maldigo”. 
Y hay varios temas en el disco que tienen que ver con un sentimiento que yo tengo. ¿Cuál es el lugar para la música que yo hago? Ese es un sentimiento con el que hay que luchar todos los días. Si los países son justos con sus artistas, si hay lugar para los artistas en los países. Hay que pensar todas estas cosas que a mí me atraviesan como ramalazo y que me hacen elegir temas como los que hay en este disco.

# Entrevista publicada en la revista Mascaró de abril de 2014

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